miércoles, 21 de enero de 2009

El espejo. La imagen o Yo


No tenía idea del hilo teórico que une estos conceptos, el del olvido de nombres propios y la agresividad que desencadena la imagen especular ante el semejante. Así que me alegra esta secuencia en las entradas.
Un nombre ha sido reprimido cayendo en el olvido, y por ese agujero, según decíamos, puede atisbarse algo que concierne íntimamente al sujeto, y que se rechaza por inconcebible. Lo que aquí surge está en relación con una identificación del sujeto. Es una identificación, es decir, un ropaje que nos hemos ajustado al Yo, pero que (y ahora es cuando llamo a la poesía en mi auxilio) aún siendo nosotros mismos, por aquel conveniente agujero del olvido, a su vez nos mira… es “ese rostro que mira y es mirado”.*
El espejo, el que duplica, nos revela el mundo de los semblantes, de las apariencias, es ese que va a fijar: uno es real y el otro no. Mi imagen o Yo.
Pero digamos que el Yo es en sí mismo una construcción imaginaria, una creencia orgullosa en el personaje que nos hemos adjudicado a través de las sucesivas identificaciones en toda nuestra existencia. De ahí, la vulnerabilidad de ese yo que nos creemos, de ahí que se sienta muy fácilmente amenazado, y en rivalidad, ante el otro.
¿De dónde viene este Yo? La propuesta muy temprana en la obra de Lacan** es que el Yo se constituye a través de la identificación con la propia imagen en el espejo.
El experimento es fácil de repetir, consiste en observar la fascinación y la contentura de un niño (desde su sexto mes de vida) cuando se reconoce ante el espejo, ante la visión de su vívida imagen. Todavía es un ser prematuro, que no coordina bien sus movimientos, que no tiene dominio sobre las punzadas de su propio cuerpo, pero que al ver una imagen de sí, con esa pregnancia salvadora que le ofrece en su conjunto, hace que se apodere golosamente de ese molde de completud. Que la haga suya, que elija que “ese sea él”.
Así, el dominio por parte del niño de su propio cuerpo en este plano mental imaginario, es anticipado con respecto al dominio real que vendrá luego con su madurez progresiva.
Pero, la explosión de júbilo con la asunción de su imagen, pasa muy pronto a la tensión por la amenaza, y de ahí ágilmente hacia la agresividad.
La percepción de su cuerpo, con las fragmentaciones de sus necesidades, de los aislados dolores, de la incoordinación motriz aún, es cambiada por la imagen bien estructurada que ofrece el espejo. En este intercambio, lo digo otra vez, el Yo se enajena en la buena imagen y va a depositar en la imagen del otro, de ese doble que ve allí, todos los impulsos despedazantes, caóticos, de la anatomía, que son inconcebibles como propios.
De este modo nos explicamos la agresividad fundamental que se despliega en toda relación con el semejante, y que con frecuencia es muy ardientemente despertada por el papel de los celos en la afectividad humana.
Al Yo siempre le será recordado que, desde su misma constitución, existe otro, un semejante, que carga en sí con la imagen despedazada de nosotros, con toda la fragmentación nuestra, la que no asumimos, pero que nos seguirá amenazando. ¿Acaso desde los espejos?



*J. L. Borges Los espejos. (Creo que este es el poema de Borges que me ha conquistado siempre)
**El estadio del espejo como formador de la función del yo (Je) tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica, Escritos 1, 1949)
***La reproducción prohibida, Magritte

9 comentarios:

E-migrad@ dijo...

Hola Verónica

Ayer "descubrí" tu espacio y la verdad es que me gustó mucho haber encontrado un blog que hable de este tipo de cuestiones.
Explicaste muy bien lo que sucede con la imagen especular. Tu descripción del niño frente al espejo me hizo recordar a una bebé que visité durante año y medio mientras me formaba en la Observación de lactantes.

Que tengas un buen día, E-migrad@

Diliviru dijo...

Hola Veronica:

Del espejo me surgen muchas cosas, primero y como escribiste la maravilla que le causa a los bebitos verse al espejo, y como hay gente que cuando crece se vuelve dependiente del espejo (conozco una amiga que cualquier superficie reflejante la atrae). Tambien pense en aquellas personas cuya imagen que perciben en el espejo no les agrada por algun desorden alimenticio, o por muchas situaciones mas. Me gusto este post. Mucho que pensar :)

Verónica dijo...

Hola, Emigrada, muchas gracias. Me dije que de todos modos algo se me quedó fuera, sin ser bien argumentado, con respecto a este concepto del estadio del espejo.
Así es, uno trata de pulir una buena imagen, meterse del todo en ella, pero siempre se queda algo que no podrá entrar, como en este caso que nos ocupa, los impulsos del cuerpo. Otra vez escribiré sobre el cuerpo. Es decir, acerca de él.
Saludos de bienvenida,
Verónica

Verónica dijo...

Diliviru, pienso como tú, casi siempre hay líos con el espejo!
Y también con lo que dices al final, sobre la satisfacción o no con la imagen que cada quien tiene de sí mismo. De repente todo va un poquito más allá de esas superficies lisas de cristal... y tiene que ver ya con otros trastornos, con otras quejas, con otras reivindicaciones de la persona...
Saludos, desde México también,
Verónica

Ernesto G. dijo...

A mi me gusta la imagen que me devuelve el espejo. Vanidoso que soy.

A Borges hay que leerlo, Vero.

Verónica dijo...

Ernesto, me imagino que sí, que debes llevarte bien con tu imagen, no conozco bien la del espejo, pero ya con lo que escribes, pienso que te lleves bien contigo mismo.
Y me recordaste mi adolescencia! Formaba parte de los imperativos de una buena imagen el leer a Borges, entre otros. Quizás así yo lo descubri, por la vanidad de seguir conquistando una bella imagen de mí. Vanidades... y luego Borges me devuelve Los espejos, y toda la amenaza del doble que fue, seriamente uno de sus temores en la vida sobre el que escribio muchisimo: el desdoblamiento, el otro Borges. En fin, yo lo adoro, es el Nobel más injustamente no otorgado. Como si el premio verdadero se lo hubiera llevado también su imagen, su obra, y no él.
Muchos saludos para ti,
Verónica

Ernesto G. dijo...

Vero, con Borges me paso lo mismo que me paso con T.S. Elliot. Los empece a leer un buen dia y hasta hoy no he parado. Los leo y releo. A Vallejo ya no releo tanto, que fue otro de los que empece a leer en mi adolescencia. Lei mucha poesia francesa del siglo deicinueve en mi adolescencia. Recuerdo que iba a la biblioteca Enrique Jose Varona en Marianao y me sentaba a leer poesia.

A proposito del temo de los espejos, acabo de ver la pelicula "Mirrors", la has visto?

Ernesto G. dijo...

Te aclaro, Vero que es el otro, "el que me devuelve el espejo", el que es vanidoso.

Yo soy un tipo normal, natural, pero un poquito acelerao. :)

Verónica dijo...

Ernesto, qué divertido tu comentario último, como en la canción de Van Van, ¿no?
La poesía es exquisita, pienso que es una de las bellas maneras de hacer aparecer algo nuevo, insospechado, armando bien, con las palabras. Y es enaltecedora.
No he visto Mirrors, ya la buscaré.
Y muchas gracias porque me has dado una idea para el próximo post!
Saludos,
Verónica