domingo, 18 de enero de 2009

El olvido del nombre


Siendo como es, el psicoanálisis, un asunto que se dirime fundamentalmente en el acto de recordar, en el recinto de la memoria y las huellas de lo vivido, paradójicamente toma al olvido en sí como una de las más caras experiencias de presentificación del inconsciente.
Es una situación bastante cotidiana: olvidamos un nombre durante una tranquila conversación. Hacemos esfuerzos porque regrese el nombre a nuestros labios, nos desesperamos, pues tenemos la nítida impresión de que ese nombre está ahí, bien al alcance, y sin embargo, ha caído en el olvido impíamente cuando más se le necesitaba.
Este tipo de olvidos forma parte de las operaciones fallidas de nuestra vida corriente. Ha habido un error de la memoria que por sí mismo va a descorrer el velo que cubría la otra instancia, la del inconsciente. Así, la aparición inoportuna del inconsciente cuando queríamos seguir el diáfano transcurso de una comunicación, revela una nueva dimensión que podría haber pasado desapercibida: ¿Por qué el olvido de este nombre en particular? ¿Qué relación guarda con la verdad del sujeto que habla allí, justo por la obertura de esa falla en su querer decir?
No aseguro que sea la más leída, pero de las obras freudianas, una de las más populares es Psicopatología de la vida cotidiana, en la que Freud se ocupa de analizar todas estas intromisiones de aquella otra escena psíquica, el inconsciente, en nuestras aburridas rutinas.
Freud toma de su propia vivencia el ejemplo que devino clásico para explicar la función del olvido de nombres propios como una formación del inconsciente en tanto acto fallido.
Es importante para lo que se verá después, tener en cuenta que el nombre propio es una palabra de muchísimo menor referencia rígida o abrochamiento a un significado universal, señala casi siempre un vacío, una marca, que se posará sobre la figura de alguien en particular que se nombre así.
Durante una conversación en un viaje en tren Freud olvida irremediablemente el nombre Signorelli, un pintor italiano de los frescos de la catedral de Orvieto. Al instante vienen presurosos a la mente del doctor olvidadizo otros dos nombres de pintores, en lugar del nombre esquivo: Boltraffio y Bottichelli. Este detalle no pasa inadvertido: no es sólo un olvido, ni estos desplazamientos responden a un capricho, sino que obedecen estrictamente a una lógica que preside las asociaciones y produce los nombres sustitutivos. Estos nombres, el caído y los sustitutos, han sido marcados por el signo de la represión, y están vinculados con la conversación que se sostenía inmediatamente anterior al olvido.
Lo que se reprime sigue en conexión asociativa con los nombres sustitutos, a través de los restos significantes (por ejemplo, la contigüidad fónica de los trozos del nombre Signorelli olvidado y la terminación “elli” de Bottichelli; la ciudad de Trafoi que resuena en Boltraffio, donde el vienés había recibido la noticia de la muerte de un paciente suyo; la partícula “Bo” que se anudaba a una intención anterior del propio Freud sobre el comentario de algo ominoso que incluía Bosnia y Herzegovina, donde reaparece “Herr”, que es la traducción en alemán del Signor italiano, y el tema de la sexualidad y la muerte como conceptos en esta historia que se trataban de reprimir y mantener alejados. El Signor, o “señor” que resplandece en esta anécdota como la creación significativa, metafórica, es precisamente la conexión misma con lo reprimido por el sujeto Freud en todos estos fragmentos lenguajeros. (y ese Sig... el inicio de su nombre propio, Sigmund)
Es así que, tanto en el olvido como en los sustitutos sobrevive aquello que específicamente se ha tratado de suprimir como sentido. Esto es esencial en la teoría psicoanalítica: el elemento reprimido siempre encontrará la manera de abrirse camino y manifestarse en nuestra cotidianeidad, sólo debe encontrar cierta posibilidad asociativa a nivel, fundamentalmente, de las palabras (de los significantes).
Más que un fallido, el olvido como formación del inconsciente es un acto logrado. Con él, ahí queda iluminado un nuevo sentido, que habla de ciertas verdades, a saber, de la propia implicación del sujeto en lo olvidado.


*En la punta de la lengua. Foto de mi hermana L.

7 comentarios:

Salva dijo...

Ciao Veronica,
trovo molto interessante l'attribuzione di parole o termini, ad altri, dove stanno anche solo due sillabe che si somigliano. O Anche rime, o parole che sarebbero rime se ad esemio IA sarebbe IA, e non AI alla fine.

A proposito di questo esempio. Potrebbe anche darsi che il soggetto si sia posto in questo caso la stessa domanda o affermazione. Intendo il caso del esempio IA.
E magari nel suo inconscio l'abbia memorizzato. E tempo dopo, si ricorda la parola, perche si era fatto proprio questa domanda!

Nei nomi é la stessa cosa. O magari anche nomi che sono uguali, ma vengono scritti e parlati in due modi diversi. Perche di diverse nazioni, ma dove si attribuisce lo stesso significato. "Salvador/Salvatore/Salvatoris=colui che salva"

Si legge magari, o si sente da qualcuno la parola salvare, ci si ricorda di chi si chiama con questo significato. Cioé Salvador!

Una cosa ci dimostra tutto questo: Il cervello umano é misterioso e anche incredibile. E non finiremo mai a studiarlo e anche imparare da lui :)

Un abbraccio Veronica,
Salva :)

Margarita Garcia Alonso dijo...

Muy interesante tu blog Veronica;
Un abrazo

Verónica dijo...

Salva, de acuerdo también. Existen nombres propios que indican significados más específicos, como el ejemplo de Salvador, que mencionas. También El Salvador nos remite a un país, entre otras referencias...
El olvido de un nombre se debe a algo en particular que se ha reprimido. Y uno puede estarse media hora, por ejemplo, hilvanando: Sandino, Silvano, Samuel, Redentor, etc, y no llega a Salvador...
(Tengo un amigo que podía llamar a las 11pm a los demás para que, por favor, lo sacaran de su agonía de no recordar un nombre... pero era exagerado, y bastante obsesivo.)
Saluti, Salva,
Verónica

Verónica dijo...

Ah, chiquita cubana, visité tu blog y quedé encantada. Es un gusto enorme darte la bienvenida aquí.
Recibe un abrazo,
Verónica

Diliviru dijo...

Hola Veronica! Buena la foto, super adecuada para el tema. Lo tiene en la punta de la lengua :)

Buen tema, me encanta descubrir la magia de la mente y la conciencia leyendo tu blog.
Saludos.

Verónica dijo...

Gracias, Diliviru. Y la foto a mí también me pareció que pudiera agregar algo más... fíjate, no sé bien todavía qué, algo así como que eso que está olvidado, que está ahí mismo, en la punta de la lengua, puede ser también algo peligroso (sibilante, taimado, traicionero, que avanza lentamente, reptando, qué sé yo! estoy inventando)

Saludos para ti,
Verónica

Gabriel Meraz-Arriola dijo...

Hola Verónica; encuentro muy interesantes tus posts; En cuanto a éste me hizo recordar una pequeña novela que si no conoces te recomiendo mucho: El síndrome de Gramsci, de Bernard Noel. Un soliloquio con momentos de tensión llenos de belleza nascido de la reflexión del olvido del nombre de Gramsci.