martes, 27 de enero de 2009

La identidad, y una pequeña confesión…


Es una de las pasiones del neurótico: la duda y la angustia con respecto a su propia identidad. ¿Quién soy yo ante el otro? ¿Cómo responder certeramente cuando indagan sobre mí? ¿Qué relleno me apuro en escribir ante esa casilla vacía?
Toda interrogante sobre la identidad, pensándolo detenidamente, nos coloca por unos pocos instantes ante ese abismo.
Si tomamos la identidad, aunque suene tautológico su concepto, como la cualidad de lo idéntico, no nos sorprende entonces la sufrida tragedia que acompaña al sujeto: su dificultad para conciliar, o emparejar, su propia imagen con su mundo social.
Lo interesante es que la identidad vino primero de afuera, pues la identificación primigenia es con otro, cuando el pequeño niño tomó para sí la imagen del otro, apropiándosela.
Y principalmente vino del Otro, bajo la forma de las primeras palabras dichas sobre ese niño, los significantes que le moldearon desde antes incluso que naciera, el discurso de sus padres, sus expectativas acerca de él. Su nombre.
Aunque los desfallecimientos con respecto a su propia identidad sean una de las razones por las que empezar un recorrido de análisis personal, el sujeto confrontará la siguiente ironía: No sólo que en él se desvanecerá este viejo afán de reconciliar su propia imagen con la sociedad, sino que desde muy temprano este sujeto se verá bien perdido entre las brumas de una pregunta que se hará cada vez más intensa, ¿Quién soy yo? ¿Quién?
Confieso que llevar un blog con un seudónimo no es muy auténtico que digamos. Es de una falsedad enjuiciable, pues ¿quién es esta que firma sus escritos, que responde a otros, que se arma nueva vida y nuevo nombre?
Si puedo subsanar un poco mi acto criminal de esconder mi identidad, alego que lo hice en un principio porque recibo pacientes actualmente, y no quería que a través de mi nombre se asomaran a mi mundo más personal (ah, ¿y tal era la idea de este blog?) Todo eso, claro está, es cuestionable.
Pero, ¿acaso no hemos sido siempre otro?

2 comentarios:

Ernesto G. dijo...

Muy interesante este post. Se lo voy dar a leer a mi otro yo, el del espejo, a ver que me dice (aunque a mi me ha gustado y no necesito su opinion para aseverarlo, pero por una cuestion de cortesia...)

Verónica dijo...

Ernesto, me halagas, me alegro que te haya gustado. Sí, me da curiosidad saber qué piensa el otro... el del espejo! (¿Será más severo?)
Saludos,
Verónica