jueves, 26 de marzo de 2009

Miedos y angustia, todavía


A Xenitis, con reciprocidad y agradecimiento.

Retomo el tema inacabado de la angustia, esta vez tratando de cercarla en su distinción del concepto de miedo. (Con miedo a no terminar de dominarlo, claro está)
Si bien en ambos casos, en el miedo y en la angustia, está implicado un peligro, la diferencia esencial está marcada por el tipo de objeto que en cada uno de ellos está en juego. Pues, no siguiendo a Freud en cuanto a que la angustia fuera “sin objeto”, Lacan va a demostrar teóricamente de qué objeto se trata en una experiencia de angustia.
En cuanto al miedo, el peligro está ahí, es externo y objetivo, y es una presencia nombrable. Estamos frente a algo peligroso, y lógicamente la más inmediata evaluación indica que hay que tratar de salvarse (emprendemos la huída, nos paralizamos, gritamos, o cualquier otra reacción consecuente).
El fenómeno de la angustia surge también ante algo (angst vor etwas) pero, y esta es su particularidad, su función misma es la de señalar que ha aparecido algo que amenaza al sujeto en lo más íntimo de su ser, y que esto viene de lo real, es decir, que tiene que ver con aquello que no puede ponerse en palabras, que no puede representarse.
Entonces, por una parte, la angustia es un miedo que no puede ubicarse en un objeto exterior.
Lacan cita en su Seminario X un breve cuento de A. Chéjov, Los Miedos. En este relato hay tres pasajes de la propia vida de Chéjov donde él sintió un miedo espantoso. Pudiera parecer una vana precisión lingüística, algo que pudiera perderse entre traducciones, pero aquí se trata de miedos, y no de experiencias de angustia. Lo que Chéjov teme, en las tres anécdotas, es a algo inexplicable, desconocido, pero que asusta porque aún no se ha dado con su solución. El terror aquí padecido está orientado frente a un objeto inquietante en cada caso: una lucecita misteriosa de un campanario, un vagón solitario corriendo por los rieles junto a él, y en el tercero, la aparición enigmática de un perro de raza “fuera de lugar”. Es el pavor ante lo que no se sabe, ante algo desconocido dentro del terreno familiar.
En cuanto a la angustia, el sujeto tampoco sabe nada, no sabe decir bien qué le está sucediendo o por qué está angustiado. Pero este “no saber” entraña la certeza de que eso que nos aterroriza nos concierne íntimamente. Aquí el miedo que sobrecoge no está enmarcado en algún conocimiento que se tenga o que vendrá, sino que está desprovisto de todas las referencias simbólicas que hasta ahora sostenían al sujeto. Uno se ha adentrado en “lo siniestro”, sintiendo angustia frente a lo que no se sabe y que no tiene representación, pero que tiene que ver con el sujeto. Es una irrupción brusca que revela la pérdida del pie de apoyo, sintiendo al mundo como insondable. Y como si, por ese mismo sesgo, pudiéramos atisbar algo de nuestro propio lugar en el mundo. Algo acerca del objeto que somos.

*Lagartos, algo que me da realmente miedo. Foto de mi hermana L.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Le passeur passe. De nuevo tus bellos post me despiertan citaciones, como esta, diurnocturna :
[..]
¿De veras crees que tu leve paso lo habría así estremecido,
tú que cambias como brisa de primavera?
Sí que aterraste su corazón*; pero miedos [terrores]más antiguos
se precipitaron en él con el golpe[choque] de tu contacto.


*Bueno nada más de leerlo en voz alta en alemán, aún cuando no se comprenda todo, provoca eso mismo : Zwar du erschrakst ihm des Herz (y la angustia de todas esas consonantes juntas…)

Y sigue (pero habría que ponerlo todo)

[…]
El, el nuevo, el temeroso, qué entrelazado
estaba con los proliferantes racimos de su desarrollo interior,
ya enrededado con los orígenes, con un crecimiento asfixiante,
con formas salvajemente acosadoras


Tercera elegía de Duino (Rilke para psicólogos y germanistas)

Saludos solares

Verónica dijo...

Hola, Beno. Muchas gracias, qué interesante eso de: "pero miedos más antiguos se precipitaron en él..." Sí, hay terrores que regresan, definitivamente.
De veras te agradezco tu comentario con esta cita de Rilke.
Un saludo eclipsado, donc,
Verónica

Anónimo dijo...

Gracias, y muy bueno el texto. Me has inspirado a ir un poco más allá y revisar la libertad y la opresión en relación con la angustia, aunque no sé, porque son temas para otro tipo de personalidad. Hablando como los locos (tengo carnet), siempre me he preguntado por qué mecanismos el agua calma la angustia si sólo es H2O, y lo digo dando por sentado el conocido del ritual/ocupacional (como el empleado en la ergoterapia). Bueno, eso era todo, que disfruté leerlo (no así lo de la "largatija", me recordó a alguien que amé mucho).
Un saludo.

E-migrad@ dijo...

Muy bien conceptualizado, Verónica.

Realmente disfruto de tu blog.

Buen fin de domingo y mejor comienzo de semana.

Cariños, E-migrad@

Verónica dijo...

Hola, Xenitis, me alegro que te haya gustado. No tengo la menor idea acerca del agua y la angustia, de verdad. Me apena no tener ninguna respuesta ahí.
En cuanto a lagartijas, ¡hasta su mudez da miedo! así que te entiendo!

Emigrad@, buen lunes para ti! También me alegro mucho que disfrutes este blog.
Muchas gracias y saludos a los dos,
Verónica

JOHANNA dijo...

Es verdad que la angustia no tiene objeto "exterior" como el miedo,pero puede carcomerte tanto como el miedo. No es verdad?

Algunos miedos pueden o no ser irracionales, pero resulta la angustia siempre irracional?

Saludos

Ernesto me recomendo tu blog ya que hablabamos del estres en los opossum de ciudad =D

Verónica dijo...

Hola, Johanna,
Gracias por venir y preguntar. La angustia, como el miedo, es una experiencia que se sufre. Y es un afecto, lo que le hace prescindir muy fácilmente de la llamada racionalidad. ¿Qué nos angustia? ¿Cómo describirlo de modo coherente y poder ir a buscar su causa en la lógica del pensamiento racional? Con el miedo sucede más o menos lo mismo, un ejemplo: ¿cómo alguien en una ciudad ultra moderna y limpia le teme a serpientes, cocodrilos, etc?
Lo que se teme en la angustia es inconsciente.
Bienvenida aquí (saludos también al emisario!)
Verónica