domingo, 14 de junio de 2009

pacientes…


Algo anda bastante mal en cuanto a la posición ética del psicoanalista si éste empieza a preferir a un paciente entre los otros. Es cierto que existen los pacientes molestos, puntillosos, los aburridos, los agresivos que batallan vivamente en sesión, los silenciosos, los que cancelan el minuto antes, los que describen con bello arte anécdotas y diálogos para evitar hablar tanto de sí mismos, los amigables, ¡muy diversos!
Ellos vienen en búsqueda de un cambio. Quisieran que lo insoportable o incómodo de ahora, se deshaga en la liviandad de una vida imaginada como ideal, un poco más anestesiada. Y varía mucho de un paciente a otro el empeño que pongan en este cambio, el esfuerzo de trabajo con su inconsciente, o si lo hacen descansar deliberadamente en manos de un amo de la terapia que les reconduciría al ansiado bien. En todo caso, vienen para compartir con otro lo que hasta ahora casi exclusivamente se guardaban para sí mismos.
Algunos se presentarán como más convencidos de querer el cambio, y otros, no tanto, que vendrán de todos modos para sólo hacer el recorrido de verificación de que nada, ninguna terapia estaría tan verdaderamente a la altura de su propio malestar como para poder exorcizarlo de una vez.
Cada caso es nuevo. Y con cada nuevo paciente, deberá ser olvidado todo aquello de los casos anteriores (recomendaba Freud), permitiéndose así la emergencia de lo singular de cada quien, de su síntoma, de lo que le distingue medularmente del resto, de lo que no clasifica en estándares preconcebidos.
La pasión que correspondería al analista, según Lacan, sería la de la ignorancia, como si no supiéramos nada y que por esto se pueda acoger la historia única que trae el sujeto. Así, se abriría espacio a lo que, en la sesión, con este paciente en particular, pueda sorprender, surgir inesperadamente.
La preferencia, la complacencia con un paciente determinado habla de identificaciones, de afectos, de demasiada metedura ahí del fantasma propio del analista. Se ha dicho, incluso, que se estaría frente a la inconfesada ambición del analista de que a través de este, su paciente, va a confirmarse el éxito de toda la teoría analítica, a darle la razón final a los textos establecidos. Lo cual es un obstáculo al curso del análisis. Y una descolocación de la posición del psicoanalista.
Para apuntalamientos de la ética del analista, está la posibilidad de hacer el control o supervisión con otro analista. Un analista no siempre está a salvo (aunque mantenga muy buenas relaciones con él) de tener que topárselas con su propio inconsciente en el ejercicio de su práctica. Y claro, continuar el análisis. ¿Existiría acaso la armonía absoluta con el inconsciente?
Mañana es lunes, ah, me digo, una de entre ellos hace que mi semana empiece sacudida.

4 comentarios:

Michell Pérez Acosta dijo...

Verónica,
¿..una d entre ellos hace q tu semana empiece sacudida?..
M complicaste el asunto justo al final..jej..¿Pudiera interpretar q una entre tus pacientes t hace sentir preferencia hacia ella, y eso t preocupa y ocupa ?..Bueno, quizá estoy hablando disparates, pero la sacudida m la he dado yo con este final meedio críptico para mi.
Saludos desde mi rincón del Mundo.
T leo.

Verónica dijo...

Michell, vaya interpretaciones! Me parecen muy bien, porque aunque no se trata exactamente así (quizás pueda hablarse de que sólo es una paciente que se distingue, por su estructura clínica, del resto) adonde quería llegar era a rebajar con dos cuartas de agua el semblante todo sapiencia y todo poder que pueda tenerse de un analista. La práctica del control y el propio análisis, sirven para que el analista siga tramitando sus relaciones con su propio inconsciente fuera de la sesión con su paciente, que ahí no se le llama.
Muchas gracias por tu comentario,
Con mis saludos,
Verónica

Anónimo dijo...

rapide passage matinal et pluvieux

Armonía absoluta con el inconsciente ? Sería deseable? No es quizás (hablo sin saber mucho) esa “desarmonía” mas o menos parcial – a veces equilibrada o fraternal, a veces desgarrada, la fuente de muchas riquezas? (y no sé por qué, en primera lectura rápida, leí,tontamente…”existe un arma absoluta contra el inconsciente?”)
Pacientes que esperan…siempre algo…sentir…la paz? Pacientes porque pasivos en su espera (aunque impaciente)? Y no es realmente utópico el hacer tabula rasa de lo pasado, de lo encontrado, de lo sentido (n'en déplaise à Freud)? No queda ahí, al acecho, en un rinconcito mental del analista, por muy amigo que sea éste de su región oscura? No es esta parcial impotencia precisamente una de sus mayores riquezas?

Algunos versos de T.S.Eliot, al ...azar?:
De error a error el irritado espíritu prosigue
Mientras no lo restaure el fuego que refina
Y hace moverse a ritmo, como los bailarines.

[…]
No cesaremos de explorar
Y el fin de nuestra exploración
Será llegar donde empezamos
Y ver el sitio por primera vez

Little Gidding

Te deseo un buen lunes lunar y – positivamente - sacudido,
ELB

Verónica dijo...

Cher passeur Beno, gracias por tu comentario que quiere devolverle el inconsciente al analista. Y por los versos.
Claro, pero ser analista, quiere decir más ubicarse en la posición de. La persona del analista es la que tendría que continuar análisis personal si este no se ha terminado, ir a controlar sus casos, y en resumen, que ser analista primeramente es sostener la creencia en el inconsciente, con todo lo que esta sentencia implica. Me animas a escribir algo sobre la ignorancia que Lacan acordaba a la figura del analista. No es no saber nada, se trata de la docta ignorancia, esto es, que se sabe, pero que a propósito se hace ignorar para abrirle espacio a lo nuevo, a lo sorpresivo. Porque se sabe que hay un punto de imposible en el saber. Ay, creo que ya escribiré un post al respecto!
Saludos, de lunes pluvioso y lunar,
Verónica