martes, 3 de febrero de 2009

El caso es


Ciertamente, es una práctica un poco rara: prescinde de la llamada evidencia objetiva, mensurable. Y esto no quiere decir que el psicoanálisis sea charlatanería. Ni que sea la fe o el cinismo lo que nos mueva a algunas personas a ejercerlo.
La extraterritorialidad del psicoanálisis con respecto a la ciencia marca también la distancia en cuanto al método elegido para dar cuenta del supuesto misterio que envuelve a analista y paciente durante sesiones, durante años.
No será la estadística, enemiga por esencia de toda individualidad, la que clarificará los resultados del psicoanálisis como disciplina. La singularidad de un caso escandaliza demasiado cuando se desborda de la campana, y para el conjunto estadístico, este dato es despreciable, se elimina.
Por tanto, si la ciencia para demostrar su acierto, y las leyes de tal evento, se sirve del experimento, de la posibilidad de repetir la experiencia, de la estadística y de la universalización de los resultados, el psicoanálisis, que se basa precisamente en la atención del caso singular, no va a seguir este mismo camino para poder transmitir los efectos de su práctica sobre un paciente en particular.
Es una tradición en las asociaciones y escuelas psicoanalíticas la responsabilidad que tiene cada analista de dar cuenta, de exponer, acerca de cómo ejerce privadamente en su consultorio. Es un espacio delimitado para esta exposición, pues los casos clínicos no se divulgan públicamente y ante cualquier oído. No constituyen, en sí mismos, relatos novelados para disfrutar, aunque bien comparten con la literatura: estilo, sentimiento y gusto por los buenos cierres. Puede entenderse bien de qué oídos se resguardan entonces las vidas que cuentan los pacientes.
La presentación de un caso clínico se hace ante una comunidad de analistas que comparte experiencias comunes, y que requiere aprender acerca de lo que enseña el caso de otro analista. Lo que ese analista pretende es demostrar cómo ha incidido la aplicación del método psicoanalítico en este caso clínico, y tendrá que formular bien cómo hacer transmisible una experiencia en la que él como analista está inmerso: cómo maniobró con la transferencia, qué intervención le hizo al paciente y que tuvo valor de interpretación, cómo ha podido articular la teoría con la práctica en tal viñeta clínica, qué lógica del inconsciente puede apreciarse allí funcionando, la propia formalidad del síntoma, lo que se repite, qué se puede constatar como modificación con respecto a lo pulsional en este sujeto.
Un analista expone un caso y eso le hace exponerse un poco a sí mismo, develar su “saber-hacer”. ¿Cómo estructuró tal presentación, por qué elegir este caso entre los demás suyos, qué dificultades le ha traído el tratamiento de este sujeto?
Una de mis primeras veces, en mi temprana práctica, escogí para exponer ante los colegas un caso de un niño que recibía, de diagnóstico muy difícil pues parecía tratarse de un autismo infantil. Me esforcé mucho en tal preparación, en hacer una buena estructuración de la teoría allí pero… pocos días antes, mientras le contaba a otra analista sobre mis dificultades con este caso, he ahí que le digo a mi colega este fallido: “Es que mi niño…” La colega sonrió, entendimos que gran parte de mi dificultad se debía al obstáculo de mi acercamiento quizás muy maternal hacia este pequeño paciente.
Eran las torpezas iniciales, mi propio análisis recién comenzado, y la tensión de tener que demostrar con tal exhibición pública lo genuino o no de mi práctica en privado.

3 comentarios:

E-migrad@ dijo...

Jejeje. El que esté libre de todo "pecado" que tire la primera piedra.Me hiciste recordar mis comienzos también.

Sobre todo cuando se trata de niños es difícil encontrar el balance de la objetividad, más aún cuanto más desvalidos se presentan; un paciente con un posible diagnóstico de autismo es un buen ejemplo. Siendo mujeres, sabés, el maternaje se pone en juego y a veces perdemos esa distancia "adecuada"... pero con la experiencia que trae la práctica, la supervisión, el propio trabajo personal aprendemos a poder ubicarnos en el lugar más adecuado para intentar lograr los mejores resultados posibles.

Un saludo, E-migrad@

Verónica dijo...

Otro saludo para ti, Emigrada, veo que tenemos en común que nos dedicamos al campo "psi", ¿no?
"Los niños y los comienzos de la práctica en las jóvenes analistas", ¡todo un tema!
Hasta que, como dices, se desmenuzan bien en el propio análisis todos los escombros de la maternidad, cuando una ya sabe a qué está reemplazando esa atención excesiva con los "desvalidos".
Gracias por tu comentario,
Verónica

E-migrad@ dijo...

Sí, tenés razón, compartimos el campo "psi", no es la misma profesión pero están estrechamente relacionadas.

Todavía me sigo acordando de R., esa pequeña paciente que ocupa un lugar especial en mis afectos. (Gracias por traerme su recuerdo y por el saludo en Migraciones).


Nos estamos leyendo.


E-migrad@