
He visitado un pedazo de paraíso en plena tierra maya. (Ya sé que esto no tiene que ver con el psicoanálisis. Aunque, pensándolo mejor, cualquiera ahora podría decir con justeza que según el mismo psicoanálisis, no habrá nada que no pueda enlazarse con alguna causa más oculta!)
Me gustan los mayas. Aún conozco muy poco de su cultura, y ando con esa pincelada del prejuicio que me hace encontrarles todavía como un pueblo serio, muy inteligente, despiadado. Las ruinas de ese gran imperio se distribuyen por todo el sudeste mexicano, y Chichén-Itzá, ciudad de dioses, es extraordinariamente impresionante, así como Tulum, con sus pirámides casi en la orilla misma del mar.
Pero… esta vez vengo de regreso de Xcaret. Es otro antiguo asentamiento del mundo maya que queda más o menos a 70 kms de Cancún, enfrentando desde el continente a la isla de Cozumel, en el Caribe mexicano.
Xcaret es un gran parque natural, con flora y fauna silvestre. Hay bellas playas caribeñas para nadar, mundos subacuáticos para explorar y en fin, con casi todas las delicias de aquello que uno entiende como lo más entrañable y deseado.
De cerca le tomé fotos a una preciosa guacamaya ¡maya!, pero de lejos a los jaguares, dormilones y musculosos. Vi manatíes enormes, un tapir, venados, monos, tortugas pequeñas hasta gigantes. Yo nunca había estado antes en un Mariposario, ni visto tal cantidad de estas hermosuras volando a mi alrededor.
El lugar donde hoy está Xcaret, antes llamado Polé, era un antiguo establecimiento de los mayas, fundamental para el mercadeo dentro del imperio, por ejemplo para el transporte de pescado fresco y otras mercancías. (En carrera de relevo, cada hombre corría un kilometro con su carga en la espalda, por una vía indicada como con tiza blanca que refulgía a la luz de la luna. Hay que saber que en la zona la temperatura es bien alta, y por eso este transporte era principalmente nocturno. En Chichén Itzá, unos 220 kms más allá, comían temprano el pescado así llevado).
La belleza de Xcaret, más allá de su naturaleza exquisita, está esculpida con riguroso cuidado y con un diseño absolutamente maya. Han conservado en lo posible la imagen indígena, el decorado de los servicios necesarios (señalizaciones, restaurantes, senderos, baños públicos de extrañas pilas rústicas)… Conmueve, de todos modos, un pequeño cementerio de tumbas mayas coloridas, con epitafios graciosos (la cultura mexicana en general es impresionante por su diálogo con la muerte).
Xcaret es hermoso. Y me acercó un poco más hacia los inquietantes mayas.
*(En ese orden, las dos primeras fotos las hice yo) -la belleza de la guacamaya roja, -lo apacible de un pedazo de playa... -y yo en el borde, que sé que más allá, pasando el mar, me encuentro con Cuba.