domingo, 23 de noviembre de 2008

Enseñanza


Enseñar, poder transmitir un saber, supone algo más que la mera traslación de un conocimiento de un lado al otro; de mí, por ejemplo, hacia el otro. Se trata, en primera instancia, de transmitir un deseo. De infundirle al otro el suficiente ardor como para dejarse penetrar por lo nuevo, por lo difícil, lo intimidante por ser desconocido.
Pienso particularmente en la enseñanza de Jacques Lacan, exótica, de un estilo único, inextricable. Con toda intención torcida y erudita. Tan así que esto hace que muchos abran las páginas de los Escritos de Lacan y las cierren ante los dos o tres primeros párrafos, o cierren sus oídos ante las dos o tres primeras fórmulas de ese lenguaje tan original con el que Lacan buscaba arañar, incidir sobre lo más real e inefable en el hombre. Pero es el encanto de un estilo que no deja de producir efectos en quien lo lee o escucha.
Esta enseñanza de Lacan, que en principio consiste en una relectura de Freud, la dictó durante aproximadamente tres décadas, así, decididamente oral, dirigiéndose a un público de psicoanalistas. Haber cercado su audiencia de esta manera, le permitía ese esfuerzo por hacer equiparables el objeto de su enseñanza, a saber, el psicoanálisis, el inconsciente, el goce, la pulsión, la repetición, entre otros conceptos, y el método en sí empleado, nada transparente, siempre travieso, desafiante, velado, alambicado.
Una de las cuestiones más discutidas entre los psicoanalistas precisamente se refiere a cómo se transmite o se enseña el psicoanálisis, siendo como es, un asunto de análisis personal de cada uno, de la clínica, para desgajar de ella algunos principios y algunos efectos que ha tenido la experiencia de un análisis en el sujeto.
Uno avanza en la teoría, en el estudio y la comprensión de los conceptos psicoanalíticos según va avanzando su propio análisis personal. No es tan evidente el velo que cubre la verdad que no se quiere saber, para decirlo todo bastante rápido: la verdad acerca de la propia castración. Y en la medida en la que un análisis va desbrozando estos velos, los temores, obstinaciones, y con el vaivén acertado de las interpretaciones que desnudan cada vez más esta verdad, podrá entonces encararse el saber.
Como en una pantomima de quien se acerca: muchas veces tenemos el asombro, el desdén, el mutismo, la mera repetición de los conceptos sin comprender casi nada, la irradiación hacia todas las áreas de la vida de lo que primeramente se atisba… Y la puesta en ánimo de un deseo. Un deseo de saber, de hacer un análisis, de transmitirlo…
Ah, pero en conjunto la sensación es buena, es muy placentera, al final uno se queda como iluminada, muy sonriente ante un instante efímero de satisfacción que viene por haber pescado algo, pequeñito, algo evanescente pero que ya irremediablemente alude a que hay otra cosa… que apunta hacia un más allá enaltecedor. Que desde lejos se ven los reflejos de la verdad.
Enseñar, mostrar...

*El Grafo del deseo (Lacan)

2 comentarios:

JOSÉ TADEO TÁPANES ZERQUERA dijo...

Hola Verónica:
Me parece muy interesante tu reflexión. Por lo que dices, ciertamente resulta interesante la palabra de Lacan. Yo sólo conozco a este señor de oídas. Lo escuchaba mencionar a los estudiantes de psicología allá en la Universidad de la Habana, pero no lo he leído. Echo de menos aquí en España esas conversaciones eruditas, o que pretendian serlo entre estudiantes universitarios. Bueno, no me muevo en esos ambientes, pero qué más da.
Ah, me gusta mucho tu foto del malecón.
¿Qué dice la psicología de no ponerle rostro a tus fotos?
Besitos.
Tadeo

Verónica dijo...

Me alegra mucho tu visita, José Tadeo. Sobre Lacan desgraciadamente se hablaba muy poco en plena Facultad de Psicología allá en La Habana. Sé que esto ahora ha cambiado tanto para bien, que hasta es posible que pronto aparezca una asignatura específicamente de psicoanálisis. A mi me suena aún a quimera que se hable de Lacan sin escombros en un aula de la Fac, pero confío en que tanto interés del vivo entre los estudiantes universitarios tenga finalmente una contrapartida en la parte académica.
Bueno, y la foto final del malecón no soy yo, incluso es una pequeña de 8 años muy cercana a mi familia.
El detalle de la identidad, uff, todo un post para eso!
Gracias por tus comentarios,
Muchos saludos,
Verónica